miércoles, 4 de junio de 2014

Felipe VI y la izquierda española

Soy tan monárquico como simpatizante del FC Barcelona o el Real Madrid, equipos que me harían inmensamente feliz si descendiesen a la Segunda División de la liga española de fútbol. Y me hace tanta gracia la monarquía como estar colgado boca abajo y desnudo en medio de la Antártida; es decir, ninguna. Pero, al lado de la izquierda española (sus dirigentes, sus partidos, los ciudadanos que dicen preferir tal ideología), Felipe VI (que muy posiblemente será convertido en rey antes de que acabe el mes de junio de 2014) y la institución que representa son un prodigio de sabiduría y eficacia en el desempeño de sus tareas.

Para empezar, ignoro por qué la izquierda se apropia con tal desfachatez de la idea de república, como si no hubiera republicanos de derechas o como si toda la derecha fuera monárquica. El general Emilio Mola, verdadero artífice del levantamiento militar de 1936, siempre se declaró republicano; lo que ocurría era que, a su juicio, la II República española era un desastre sin paliativos y necesitaba (eso pensaba él y yo no comparto su opinión) algunos cambios aunque tuviera que recurrir a la fuerza para imponerlos. José Antonio Primo de Rivera  siempre se manifestó contra la monarquía. Actualmente, empiezan a surgir en España grupos de ultraderecha visceralmente antimonárquicos. Y no olvidemos que Carlos Arias Navarro, el primer presidente del gobierno de la actual monarquía española, siempre se opuso a la monarquía, al menos tal y como la encarnaba el rey Juan Carlos I. En otras palabras, la izquierda española podría ir dejando de lado la hipocresía y la desfachatez que exhibe sin rubor cuando establece un paralelismo entre monarquía y derecha y república e izquierda.

A la izquierda española le cuesta mucho aceptar las reglas del juego. Aprovechar la abdicación de Juan Carlos I para reclamar un referendum sobre la forma de gobierno en España es saltarse varios pueblos. Pablo Iglesias, líder de la formación izquierdista Podemos, alega (yo le escuché decirlo en televisión) que los españoles somos lo suficientemente maduros como para que nadie decida por nosotros y que, por tanto, es a nosotros a quienes compete elegir monarquía o república. ¿Y lo que establece la Constitución qué? Por una vez tenía razón Mariano Rajoy, presidente del gobierno, al responder que quien quiera un referendum al respecto primero debe modificar la Constitución. Lo del referendum no es más que una boutade y sólo refleja las ganas de incordiar de la izquierda. Si se acepta tal idea, ¿cada cuánto tiempo hay que hacer un referendum para optar entre monarquía y república?

Además, está sin precisar a qué tipo de república nos referimos. Podemos hablar de repúblicas como Portugal, Irlanda, Italia, Alemania o Israel, donde al presidente, que no es elegido por el pueblo sino por  el correspondiente parlamento, no lo conoce ni su madre; el cargo de presidente en tales repúblicas (el mismo que ocupó Manuel Azaña en la II República) está completamente desprovisto de poderes ejecutivos y se limita a dar soporte a tareas de representación. Yo no veo ninguna diferencia entre esas repúblicas y las monarquías de países como España, Holanda, Bélgica, Reino Unido, Noruega, Suecia o Dinamarca, países de los que no puede decirse que se encuentren entre los más atrasados del mundo; tanto en las repúblicas como en las monarquías, el jefe del estado está limitado a misiones de representación. Por cierto, en esas naciones hay antimonárquicos, como en España, pero tales individuos no están dando la lata permanentemente con lo de referendum sí o no. Incluso, Canadá, Australia y Nueva Zelanda, tan monarquías como las que cité antes, no parecen sufrir grandes traumas por el hecho de que su rey (el mismo para las tres naciones) sea extranjero y viva en otro país. Pero la izquierda española tiene una habilidad considerable en buscarle tres pies al gato.

Volviendo al punto anterior, si queremos oponer monarquía y república, al hablar de ésta tenemos que referirnos a la francesa y a la estadounidense, que conservan leves vestigios (el primer ministro francés y el jefe del staff de la Casa Blanca) de las organizaciones a las que me referí más arriba, o a las repúblicas latinoamericanas, desde las folclóricas (Venezuela, Bolivia) hasta las más sensatas y avanzadas (Chile, Costa Rica). En esta forma de organización el máximo mandatario desempeña tanto funciones representativas como tareas ejecutivas. ¿Es a esta estructura a la que se refiere la izquierda? Sus líderes escurren el bulto cuando se les formula esta pregunta.

Es decir, personajes tan sospechosos como Cayo Lara, coordinador general de Izquierda Unida, que ya amenazó con lanzar movilizaciones si no le dan el juguete del referendum, o Pablo Iglesias, tan brillante orador como manipulador, han puesto sobre el tapete un tema en el que hay muchas preguntas sin contestar. Tal vez eso sea lo que estaban buscando al creer que el debate sobre el referendum les permite seguir arañando votos a la derecha y a los estropeados socialistas. Pero me niego a aceptar su hipocresía y su doblez.

Porque, vamos a ver, señor Iglesias, si realmente somos tan maduros y debemos poder elegir sin que otros decidan por nosotros, ¿cómo es que no lanza sus dardos sobre el sistema electoral vigente en España? Es un sistema electoral en el que el ciudadano ha de elegir una lista de un partido (aunque en ella figuren nombres que le revuelven las tripas) y sin poder incorporar personas de otras listas. Y, una vez decidido el órgano colectivo (parlamento nacional, parlamento autonómico, concejales), el ciudadano ya es completamente superfluo; cualquier cosa será decidida única y exclusivamente por los partidos representados en dicho órgano.

En lugar de ocuparse de afrontar este problema, que realmente supone una seria merma de la soberanía popular, la izquierda pierde el tiempo, y nos lo hace perder a los demás, con tonterías como si Felipe VI ha de ganarse su puesto con un referendum. Así que ¡larga vida al rey! y que la izquierda se lo haga mirar.

domingo, 1 de junio de 2014

Nonoticias Q-alientes. 2: El llanto de Fernando Vázquez

Las lágrimas de Fernando Vázquez (La Coruña, MAURO BEBETO).
Mientras los jugadores y los aficionados del Real Club Deportivo de La Coruña festejaban, ayer 31 de mayo de 2014, la consecución del ascenso a Primera División a falta de una jornada para la conclusión del campeonato, un hombre, solo, lloraba en el banquillo del Deportivo, ajeno a la alegría que le rodeaba. Vázquez no habló sobre los motivos de su actitud, pero este corresponsal ha podido saber que el entrenador deportivista se lamentaba amargamente de su fracaso en su intento por impedir el ascenso del equipo. A lo largo de la temporada, Vázquez probó diversas técnicas, como aplicar simpatías y antipatías irracionales a la hora de elegir los jugadores titulares, obligar al equipo a utilizar en los  partidos estrategias delirantes y cambiantes de un día para otro y jurar odio eterno a la posibilidad de conseguir más de un gol en un encuentro. Nada le funcionó. El equipo, en el que los jugadores, totalmente unidos, se habían conjurado para ascender de categoría, frustró los loables esfuerzos del entrenador.

Le queda, a guisa de consuelo, la posibilidad de devolver el club a Segunda la próxima temporada, cosa en la que, estamos seguros de ello, pondrá lo más granado de su sapiencia futbolística.