martes, 15 de abril de 2014

La estrategia de la derecha y la imaginación de la izquierda

A título de hipótesis de trabajo, y por simplificar la exposición, admitamos que la crisis económica que nos tortura surgió como consecuencia de ciertas actuaciones de empresas, partidos y personas de derechas (primero infectaron Estados Unidos y luego trajeron las consecuencias a Europa). Admitamos también que no se puso remedio a la crisis cuando ésta todavía no había alcanzado las proporciones descomunales que posteriormente llegó a desarrollar. Finalmente, admitamos sin reparos que los principales perjudicados por la crisis han sido las personas que disponían y disponen de menos recursos para sobrevivir en épocas de vacas flacas. Con todo esto, y siempre que me dejen introducir algunas matizaciones en el debate, estoy bastante de acuerdo.

Ahora bien, cuando se da un paso más y se pretende dictaminar por qué la derecha obró como lo hizo (las actuaciones a las que me refería más arriba), mi desacuerdo es prácticamente total. Para la izquierda, lo que persigue la derecha es ni más ni menos que aumentar la pobreza mundial para así poder ser más rica y poderosa ella. Es posible que eso sea cierto en lo que se refiere al poder, pero desde luego no lo es en lo relativo a la riqueza.

Pensemos un poco. Si la motivación de la derecha (más exactamente, del sector de la derecha que controla la mayoría de los recursos eonómicos) para desatar la crisis fuera que los restantes seamos cada vez más pobres, ¿cómo diablos iba a seguir haciendo crecer su riqueza? Yo, pequeño empresario o comerciante, seré más rico cuanto más venda. Y venderé tanto más cuanto más gente esté en posición de comprar mis servicios o mis productos. Si quienes me rodean son más pobres que ratas, ¿con qué van a adquirir lo que pongo en el mercado (escuchen atentamente la canción Lamento borincano en la versión de Víctor Jara, por ejemplo; el pobre protagonista no logra vender ni un solo producto de sus campos porque sus paisanos son incluso más pobres que él)? Y, si no coloco lo que quiero vender, ¿cómo voy a hacerme más rico?

Puedo admitir que a la derecha no le interese que nos hagamos tan ricos como ella. Pero de ahí a decir que lo que persigue es la ruina total de quienes no pertenecen a su club va un trecho muy largo... salvo que la propia derecha tenga un interés especial en suicidarse. Quienes razonan como acabo de resumir se olvidan de que, por lo menos en gran medida, derecha y capitalismo son intercambiables y de que el capitalismo consiste en producir al coste más bajo posible para vender lo más caro que pueda. Y, si alguien quiere vender, es inevitable que haya alguien que pueda y esté dispuesto a comprar. Si todos somos pobres de solemnidad, ¿a quién va a vender la derecha? ¿A otros ricos? ¿Van a devorarse entre ellos después de haberse comido al resto de la población? ¿Seguimos creyendo en esa tontería de "las contradicciones internas del capitalismo"?

Si la derecha se caracteriza por su avaricia, la izquierda lo hace por sus serias dificultades para razonar con un mínimo de coherencia. Pongamos otro ejemplo.

Miguel Monzón, más conocido como El Gran Wyoming, es un licenciado en medicina que nunca ejerció y que lleva muchos años actuando como presentador de espacios televisivos supuestamente humorísticos y críticos, y liderando un grupo musical; a título incidental diremos que estas actividades le han proporcionado un capital nada despreciable mientras sigue alardeando de su ideología de izquierdas. En la actualidad, presenta un programa en La Sexta en el que fustiga implacablemente a la derecha gobernante en España. Recientemente ha aparecido en otro programa de La Sexta para ser entrevistado por el humorista Andreu Buenafuente. Entre las perlas que dejó a los espectadores, Wyoming soltó lo de que a la derecha española le interesa que el país soporte continuos episodios de violencia de bajo nivel.

Según Wyoming, el principal beneficiario de la violencia sangrienta y salvaje de ETA era la derecha, ya que, con la existencia de la banda armada, podía justificar sus medidas represivas y de recorte de libertades civiles. Prácticamente desaparecida ETA, la derecha se ha inventado los grupos antisistema que se infiltran en toda manifestación que se precie para provocar serios altercados y choques con las fuerzas de orden público. Así, la derecha puede mantener su nefasta compulsión dictatorial.

Wyoming es un claro ejemplo del deterioro de la enseñanza pública en España. Que un individuo pueda llegar a ser médico (aunque no haya ejercido jamás) razonando de esta forma demuestra que prácticamente cualquier analfabeto puede obtener un título universitario.

De nuevo admitamos que la derecha, la muy perra, está especialmente interesada en mantenerse en el poder (cosa que es cierta, igual que lo es en el caso de la izquierda). Para lograr su objetivo recurre, entre otros procedimientos inconfesables, a fomentar subrepticiamente la violencia incontrolada. Pero ¿no le sería más beneficioso, no le reportaría más votos, acabar totalmente con esa violencia? En el retorcido argumentario de la derecha, ésta sería mejor vista por el pacífico pueblo español si el gobierno logra terminar de una vez por todas con las actuaciones de los antisistema. ¿Qué le daría más votos y prestigio a la derecha: aprovechar fraudulentamente las teóricas ventajas de la existencia de ETA o acabar con ella?

Está visto que la izquierda española aplica al pie de la letra aquella vieja reivindicación del mayo francés de 1968: la imaginación al poder. Lo malo es que la imaginación exhibida por la izquierda española es muy pobre. ¡Pobrísima!