jueves, 18 de julio de 2013

Palabras y sucesos célebres, 6: Vigo, ombligo del mundo

La Comisión Europea, a instancias del comisario de la Competencia, el español Joaquín Almunia, ha ordenado al gobierno español que reclame la devolución de ciertas ayudas financieras que en su día fueron concedidas a algunas de las entidades involucradas en el sector naval. Esta decisión, que ya se anticipaba desde años anteriores, ha sido fuertemente contestada, incluso antes de que fuera firme, por políticos y trabajadores de distintas empresas del sector establecidas en diversos puntos de Galicia, Asturias, Cantabria y el País Vasco. Es decir, se trata de un problema que afecta a muchas personas de muchos sitios.

El indescriptible alcalde de Vigo, Abel Caballero, y el líder del PP en el ayuntamiento de la ciudad, un individuo gris, irrelevante y poco menos que invisible que, al parecer, atiende al nombre de Chema Figueroa, han calificado la actuación de la Comisión en general y de Almunia en particular de ataque directo a Vigo, dando a entender, al menos implícitamente, que la repercusión de la decisión europea en otros lugares es poco menos que insignificante.

Ante esto, y como en muchas otras ocasiones previas, sigo preguntándome si será posible que alguna vez llegue a existir un vigués que no esté convencido de que el mundo se acaba en el Alto de Puxeiros.

jueves, 4 de julio de 2013

La vida hace lo que quiere

El lunes 1 de julio de 2013 los cinco miembros de mi familia inmediata coincidimos por primera vez en la circunstancia de realizar un trabajo remunerado. Yo soy profesor universitario, mi esposa trabaja en una entidad bancaria, mis dos hijos mayores están haciendo sus tesis doctorales y perciben una remuneración mensual con cargo a proyectos de investigación, y, finalmente, mi hijo pequeño comenzaba las prácticas que debe completar para obtener su título universitario de grado, prácticas que comportan un pequeño sueldo mensual.

Cuando me percaté de esa circunstancia no pude evitar pensar que hay cientos de miles de familias españolas en las que todos sus miembros están desempleados. No entré en más disquisiciones sobre lo justo o lo injusto de la situación, o si sobre el hecho confirma o no la teoría de que con esfuerzo todo se consigue, o si tenemos una suerte especial. Sencillamente dejé constancia para mí mismo del hecho y lo catalogué de inexplicable mediante las habituales leyes sociológicas.

La verdad, lo único que se me ocurre para explicar esta situación tan dispar es aceptar que la vida hace lo que quiere.