lunes, 20 de mayo de 2013

Vigo y la manía de comparar

El ministro de Justicia está trajinando un plan según el cual Vigo perdería su actual carácter de cabeza de partido judicial, ya que habría uno solo por provincia y radicado en la capital correspondiente.

Esta perspectiva parece disgustar a muchos ciudadanos e instituciones vigueses. Para oponerse a ella los discordantes han acudido mayoritariamente al tan arraigado como inútil y estúpido vicio vigués de hacer comparaciones odiosas.

Vigo es la ciudad de las comparaciones. Para presumir (¡hay que ver lo buenos que somos!) y para formular quejas (¡fíjate!; ese sitio, que no vale nada comparado con nosotros, tiene tal cosa y a nosotros nos la niegan). Recurriendo a esta táctica, que jamás les ha servido para nada útil, la última de los vigueses, recogida por La Voz de Galicia, que, con tal de vender periódicos, a veces es más viguesa (su sede y sus principales intereses están en La Coruña) que los propios vigueses, ha sido la de sacar una lista en la que se muestra que en Vigo se pagan más impuestos que en veintiocho capitales de provincia (¿cómo puede ser que, ante este hecho, ellas vayan a conservar sus partidos judiciales y Vigo esté condenada a perderlo?).

En la lista no figuraba La Coruña, lo cual sugiere que en la segunda, pese a tener menos habitantes (doscientos cincuenta mil frente a trescientos mil), se pagan más impuestos que en Vigo. Y esto me sumerge en un dilema atroz. ¿Acaso Vigo no es el motor económico de Galicia que sus habitantes dicen que es? ¿O sí lo es realmente, pero la ciudad están tan llena de chorizos que no se pagan todos los impuestos que se deberían?

Pregunta final: ¿algún día Vigo se preocupará de sí misma y dejará de prestar atención a lo que ocurre en otras partes?

miércoles, 1 de mayo de 2013

Liándola parda

La crisis española es afortunada porque tiene numerosos padres o personas que se ocupan de ella. Los analistas económicos y políticos nos ofrecen sus visiones, más o menos interesadas, de lo que está ocurriendo y lo que se puede hacer o dejar de hacer. Cada partido político tiene uno o más diagnósticos y sus consiguientes propuestas o exigencias. Los medios de comunicación pontifican al respecto, generalmente arrimando las ascuas a las sardinas representativas de sus intereses. Y así sucesivamente.

Vamos, que, además de en crisis, vivimos en una descomunal ceremonia de la confusión. Unos por otros la hemos liado parda hasta extremos inimaginables. Si, en un ejercicio hipotético, ahora mismo aterrizara un marciano en España y quisiera enterarse de lo que está pasando, lo tendría muy difícil. Cada institución y cada ciudadano tenemos nuestra visión particular y parece como si nos encontráramos en una desaforada competición por ver quién es más original y ofrece una teoría (con su inevitable coda de soluciones posibles) más distinta de las demás para explicar lo que ocurre. Algo así como lo que hacen algunos físicos en su eterna búsqueda de la teoría de todo.

Se me ocurre que quizá deberíamos empezar por aclararnos las ideas; desbrozar los árboles que nos impiden ver el bosque. Está claro que nos encontramos en una situación que no nos gusta y que queremos salir de ella. Pero, fuera de eso, el vocerío acerca de las causas de la crisis y sus posibles soluciones es de tal magnitud y tan contradictorio que resulta imposible discernir algo útil en semejante gallinero. Así que, ¿qué tal si alguien se toma la molestia de resumir con claridad y sin partir de juicios apriorísticos sobre las oscuras voluntades de los nazis o los rojos de turno los hechos y las circunstancias que nos han llevado a este estado angustioso?

Ahora bien (Diógenes busca a un hombre justo con una linterna), ¿estamos seguros de que hay en España una sola persona que sea capaz de realizar dicha tarea sin sucumbir al peso de sus intereses?