miércoles, 31 de octubre de 2012

Palabras y sucesos célebres, 2: Báez, fan de Salgado

Hace unos pocos días, Fátima Báez, ministra de Empleo, declaró algo así como que ya estábamos saliendo de la recesión y que se atisbaba el final de la crisis económica. Sus palabras seguían a la publicación, unas fechas antes, de los datos según los cuales más del 25 % de los españoles en edad de trabajar se encuentran desempleados.

Elena Salgado, cuando era vicepresidente económica del gobierno de Zapatero, afirmó que ya podía distinguir unos brotes verdes de esperanza, justo cuando la crisis empezaba a arreciar. Le llovieron críticas y sarcasmos desde todos los ángulos. Ahora Baéz hace prácticamente lo mismo, y yo me pregunto si el espíritu de Salgado se ha reencarnado en ella; si, al igual que cualquier otro político español, es incapaz de aprender nada de desastres anteriores, o si simplemente desconoce el proverbio árabe según el cual el hombre (y la mujer, me apresuro a añadir, antes de que me liquide alguna fundamentalista) es dueño de sus silencios y esclavo de sus palabras (¡qué magnífica oportunidad ha perdido para demostrar lo guapa e inteligente que es cuando está callada!).

miércoles, 24 de octubre de 2012

Palabras y sucesos célebres, 1: Beiras en Esparta

El 21 de octubre de 2012, tras conocerse los resultados de las elecciones al parlamento autonómico de Galicia, Xosé Manuel Beiras (Santiago de Compostela, 1936), líder de la coalición AGE (Alternativa Galega de Esquerdas), nacionalista de izquierdas, aseguró que su actuación en el órgano recién elegido sería como la de "los espartanos y espartanas que en las Termópilas pararon a los invasores" (yo escuché la declaración en directo; en internet hay muchas referencias a ella, entre las que se encuentra la recogida en http://www.elidealgallego.com/articulo/galicia/beiras-proclama-que-age-es-el-motor-de-un-nuevo-ciclo-historico-en-galicia/20121022030255082124.html, del 22 de octubre de 2012, que es la utilizada aquí). Se trataba de una referencia al PP (Partido Popular), ganador de las elecciones, y al que Beiras prometía acabar derrotando.

Al margen de tal referencia, y quizá por intentar sumarse a ciertas corrientes sociológicas actualmente en boga (algunas de las cuales se caracterizan por destrozar el castellano a la hora de intentar reparar las injusticias que se cometen contra las mujeres), Beiras posiblemente cometió dos errores de bulto, totalmente impropios de alguien como él, que es catedrático de Estructura Económica en la Universidad de Santiago de Compostela (véase, por ejemplo, http://es.wikipedia.org/wiki/Xosé_Manuel_Beiras, 22 de octubre de 2012).

Para quien no esté demasiado puesto en conocimientos históricos diré que las Termópilas es el nombre de un desfiladero entre la montaña y el mar que en tiempos antiguos controlaba el paso entre el sur y el norte de Grecia (véase, por ejemplo, http://es.wikipedia.org/wiki/Termópilas, 16 de octubre de 2012). Debido a esta circunstancia fue escenario de varias batallas. La más famosa fue la que tuvo lugar en el 480 a.C., en el marco de la Segunda Guerra Médica. Un ejército griego, de entre 5000 y 12000 combatientes, mandado por Leónidas I, rey de Esparta (nación-estado que contribuía con 300 combatientes a dicha fuerza), se enfrentó a Jerjes I, emperador de Persia, que mandaba a más de 100000 combatientes (algunas fuentes elevan este número a 400000). Pese a la brutal desproporción de fuerzas, los griegos aguantaron a los persas durante siete días, tres de ellos de batalla propiamente dicha.  Muertos Leónidas, sus 300 súbditos, los 700 tesios presentes y varios cientos más de soldados aliados, los persas se internaron en Grecia y tomaron Atenas. Finalmente, fueron derrotados en la batalla naval de Salamina.

Leónidas y su ejército combatieron bravamente, pero, contra lo que dijo Beiras, no pararon a los persas. De hecho, éstos se pasearon triunfalmente por Grecia hasta que fueron completamente sorprendidos en un choque naval.

En segundo lugar, ni yo, ni ustedes, ni Beiras estuvimos en las Termópilas, con lo que sólo podemos especular acerca de ciertos detalles. Pero, a partir de lo que se sabe de la cultura griega de aquella época, parece sumamente improbable que alguna espartana combatiera en aquel desfiladero (lo mismo puede decirse con relación a los persas). Así que lo de "espartanos y espartanas" queda muy políticamente correcto, pero tiene toda la apariencia de ser completamente incorrecto.

A propósito, eso de que se le caliente la boca y eche por ella cualquier cosa sin preocuparse de su exactitud es muy característico de Beiras, lo cual me hace sospechar que a los gallegos nos espera una legislatura tan entretenida como absolutamente inútil.

lunes, 22 de octubre de 2012

Apuntes electorales

Tras las elecciones al Parlamento de Galicia, en las que nos impusimos claramente los abstencionistas (830000 votos frente a 650000 de los segundos clasificados), el Partido Popular (PP) ha renovado e incrementado su mayoría absoluta. Ya se han dicho y publicado muchos análisis de los resultados electorales, pero quedan dos o tres detalles por mencionar y a ellos voy a referirme en esta entrada.

En primer lugar, me asombra el elevado número de personas que se sorprenden de la victoria del PP. Esas personas vienen a decir que la gente normal es de izquierdas, con lo que resulta extremadamente chocante el triunfo de la derecha. Quizá ese sector de la población pasa por alto que la izquierda suele proclamar sus ideas más abiertamente que la derecha. Así, la mayoría de los graffities que vemos en las calles reivindican posturas de izquierda, suele ser gente de izquierda la que interrumpe mítines o actos de la derecha, son jóvenes comunistas los que asaltan (recientemente, en Extremadura) un colegio religioso gritando que iban a quemar a los curas y los crucifijos, son dirigentes izquierdistas quienes tachan a sus homólogos derechistas de fascistas, perros o asesinos, y es la izquierda quien convoca huelgas generales. Puede que yo esté ciego o que la casualidad haya obrado su magia, pero no he visto pintadas clamando contra los rojos, no tengo noticias de derechistas alterando el desarrollo de actos de la izquierda y no sé de ninguna convocatoria de huelga general realizada por la derecha (al menos en la España teóricamente democrática que surgió en marzo de 1977 con la celebración de las primeras elecciones libres en muchos años). No estoy aplicando juicios de valor; sólo expongo mi hipótesis de que la izquierda es más visible que la derecha. De hecho, en un programa televisivo que se emitía tras conocerse los resultados electorales, la cadena VTelevisión, muy poco sospechosa de izquierdismo, ponía a pie de imagen una selección de los mensajes que muchas personas le enviaban por diversos medios; y tales mensajes eran mayoritariamente atribuibles a personas de izquierdas, cuando el PP acababa de conseguir un resultado excelente. Parecía como si los votantes de esta formación se hubieran ido a la cama tras la jornada electoral, dejando los análisis y los comentarios a los izquierdistas.

Si no se acepta esta mayor visibilidad de la izquierda (lo cual le da la apariencia de que tiene más peso social que el que realmente detenta), el paso siguiente consiste en denostar a los gallegos (y a quienes votan al PP en general). ¿Es que los gallegos no se dan cuenta de que el PP es el partido de los ricos, el que aplasta a la clase media, el que provoca un recorte en las libertades de las que disfrutábamos? ¿Es que los gallegos son tan tontos que se dejan manipular con tanta facilidad? ¿Es que la mayoría de ellos están comprados por el PP? Estos razonamientos, que he escuchado en muchas ocasiones, tienen varios puntos flojos. El principal es que no hay ninguna razón genética, sociológica o antropológica por la que los gallegos deban ser más tontos que la media de los seres humanos (todo lo contrario; ¿no podría ser que fueran más listos?). Lo de la manipulación es otro delirio similar; quienes sostienen este argumento ¿están afirmando que aproximadamente el treinta por ciento de la población gallega tiene tal debilidad mental que se traga cualquier tontería que quieran soltarle ciertos partidos? Y lo de la compra de votos por parte del PP tampoco es muy aceptable; sin negar en absoluto que hay mucho voto cautivo o deudor de favores, ¿es el PP tan rico como para sobornar a la tercera parte de los gallegos? Permítanme que lo dude, que lo dude mucho. Estos fallos lógicos tienen su origen en una sola causa: la de creer que estoy en posesión de la verdad absoluta, lo cual invalida cualquier pensamiento contrario a mis ideas. Yo soy izquierdista, yo tengo razón; luego la derecha es intrínsecamente mala. Insisto, sólo defiendo a los abstencionistas; así que hagan ustedes lo que quieran con la derecha. Pero admitirán que es muy improbable que todo, absolutamente todo, lo que hace esté equivocado o sea intrínsecamente perverso.

¿Cómo explico yo, entonces, la victoria del PP? Pues recurriendo a tres factores. Uno es que en Galicia el sistema electoral ha quedado al descubierto en sus desnudeces fundamentales; no se vota a personas, sino a partidos. En consecuencia, las listas electorales son superfluas; podrían incluir a Mickey Mouse, el Pato Donald, Papá Pitufo o Homer Simpson y los resultados no cambiarían (o quizá sí; tal vez la gente se tomara más en serio lo de elegir a sus personajes de cómic preferidos que lo de escoger diputados). Por lo tanto, sólo importa el candidato a la presidencia de la Xunta. Voto derecha, izquierda o nacionalismo dependiendo de quién sea el candidato. Y, mis queridos amigos, Alberto Núñez Feijoo resulta más molón que Pachi Vázquez, Francisco Jorquera o Xosé Manuel Beiras. Es más fácil ver a un tipo corriente y moliente en Feijoo que en cualquiera de los otros tres. Así que ahí la derecha ya contaba con un tanto a su favor. El segundo detalle es que los gallegos tienen memoria. Y la catástrofe total y absoluta que resultó ser el gobierno de coalición entre socialistas y nacionalistas que ocupó el poder en Galicia entre 2005 y 2009 todavía provoca muchos escalofríos entre quienes en principio se sienten inclinados a votar a estas formaciones. Finalmente, ¿alguien puede decir qué ofrecían Vázquez, Jorquera y Beiras si llegaban a gobernar? Los tres coincidían sin disimulos en que había que parar a la derecha o echarla de las instituciones, cuando no se reclamaban acciones más enérgicas. Pero, y después, ¿qué? ¿Alguien recuerda una sola idea en positivo de esos líderes? Entonces, ¿cómo pueden esperar que les vote mucha gente? Cierto, no es que Feijoo destacase en este apartado; tampoco se comprometió a nada. Pero los gallegos ya saben cómo es y qué pueden esperar (malo y bueno) de él, con lo que no es necesario que hable. Incluso es mejor que estuviera callado.

El PP tiene que mejorar mucho para sacar a Galicia de la depresión. Pero los otros tienen que hacer un esfuerzo doble en ese sentido. Y en ese esfuerzo va incluido lo de ofrecer algo, además del habitual fuera PP. Entre tanto, y por desgracia, los abstencionistas seguiremos ganando.

sábado, 13 de octubre de 2012

Un poco de sentidiño, por favor

Hace pocos días, un político español, realizando una demostración palpable del escaso nivel intelectual que caracteriza a la clase a la que pertenece, no tuvo mejor idea que soltar en público algo así como las leyes son como las mujeres; están para ser violadas. Ya pueden imaginarse la algarabía que se organizó; así que no voy a repetir aquí la sarta de lindezas que se profirieron en diversos foros contra el autor de tan contundentes palabras. Pero, puesto que éste es un blog bastante subversivo, permítanme que exponga otro punto de vista, que seguro que escandalizará a más de uno.

En primer lugar, me llama la atención que las protestas hicieran alusión, de forma casi exclusiva, al papel otorgado por el político a las mujeres. De eso deduzco, tal vez erróneamente, que violar leyes no es algo tan feo como violar mujeres. La verdad es que esta conclusión no me sorprende. En este país saltarse las leyes es algo tan natural que una buena parte de la población lo asume como perfectamente aceptable. No vayan a pensar que estoy comparando a las mujeres con las leyes. Lo único que pretendo es señalar que tan censurable es una violación como la otra. Es más, si me tocan mucho las narices, casi estoy dispuesto a afirmar que es más perseguible la referida a las leyes. A fin de cuentas, cuando uno se pasa una ley por el forro está perjudicando a varias personas, como mínimo, mientras que cuando uno viola a una mujer la perjudicada (mucho, por supuesto) es una sola. En otras palabras, esto nos retrotrae a la eterna comparación entre el bien común y el bien individual y a la consideración del valor que otorgamos a uno y a otro. Así que ruego a todos los protestantes de oficio que ejerzan mejor su profesión y que no dejen animaladas en el limbo sólo porque otras son más aparatosas.

En segundo lugar, estoy convencido de que el político en cuestión es imbécil. Pero también lo estoy de que no hizo nada que justifique la reclamación de dimisión (ya la presentó) o la exigencia de que lo destituyan. ¿O es que en este país no hay libertad de expresión? Seamos coherentes, por favor. Si ese individuo tiene que pagar por una frase improcedente, desafortunada, estúpida u ofensiva, ¿por qué no exigimos lo mismo para quienes hacen apología de Hitler o reclaman la independencia de Cataluña en una clara violación de la Constitución española? Libertad de expresión para todos o para nadie. Y yo particularmente soy partidario de la primera opción, aunque me parezca censurable lo que expresan otras personas.

Un matiz importante antes de seguir. Si quien hubiera pronunciado las palabras que menciono más arriba hubiera sido un juez (entre otras posibilidades), yo habría sido el primero en exigir su despido inmediato. Y es que el juez debe dictar sentencias en función de su propio criterio para interpretar las leyes. Si su criterio es el resumido en tales palabras, es evidente que el individuo no está capacitado para ejercer la magistratura. De nuevo en otras palabras, opino que sólo pueden exigirse responsabilidades por sus palabras a quienes las pronuncian en ejercicio de su cargo. No a quienes las sueltan sin guardar relación alguna con su puesto, como era el caso de ese político al que estamos crucificando.

En tercer lugar, me fastidia (cada vez más) que los medios de comunicación se arroguen un papel de educadores que nadie les ha otorgado. Y es que, al tiempo que la emprendían con el político, no perdían la menor oportunidad de sermonearnos acerca de la discriminación y la provocación que suponían sus palabras. Los políticos, incluidos los del partido al que pertenece el giliflautas, se apuntaron al carro a toda velocidad; pero eso ya no puede sorprender a nadie, porque nuestros políticos se encuentran en un estado permanente de caza del voto. Volviendo a los medios, ¿por qué no se preocupan de hacer bien su trabajo, que consiste en informar fielmente, y se abstienen de decirnos qué debemos pensar?

Por último, quiero señalar que todo esto es absurdo. Desafortunadamente, en este país se dicen muchas estupideces a lo largo del día, bastantes de ellas con mucha mayor trascendencia que la que nos ocupa. Si dedicamos nuestro tiempo a discutir sobre las mismas, o simplemente a comentarlas, estamos dejando de hacer otras cosas con mucho más interés. ¿Saben qué les digo? Que si yo fuera político o periodista no habría dedicado ni un segundo a comentar el incidente; mi dignidad no me permite rebajarme a hablar de una cosa tan tonta como la que ha llenado esta entrada.

Dopaje

La agencia antidopaje de Estados Unidos está a punto de concluir, si no lo ha hecho ya, el proceso contra Lance Armstrong destinado a privarle de sus siete victorias consecutivas en el Tour de Francia. Esta acción viene a ser una especie de culminación de toda una serie de iniciativas similares, aunque centradas en ciclistas de menor relieve, que han tenido lugar en los últimos años en distintas partes del mundo. Así que permítanme que haga algunos comentarios al respecto.

Vaya por delante que no siento ni una simpatía, ni una admiración especiales por Armstrong. A mi modo de ver, el corredor americano ha impuesto un estilo en el ciclismo que afecta negativamente al interés que un espectador pueda sentir por ese deporte. En el libro de estilo de Armstrong la única prueba interesante es el Tour y la victoria se consigue simplemente teniendo más resistencia y constancia que los rivales; es decir, se impone un ritmo de marcha rápida y los demás van cayendo. En eso, como en el aporte complementario que supone la superioridad en la modalidad contrarreloj, Armstrong se ha inspirado claramente en Miguel Indurain, si bien el corredor navarro se tomó la molestia de ganar también dos Giros de Italia. Se trata de un enfoque que no tiene nada que ver con el de Eddy Merckx, ganador de cinco Tours, cinco Giros, una Vuelta España y un sinfín de pruebas clásicas de un día, así como campeón del mundo de fondo en carretera y poseedor del récord de la hora. Y tampoco pueden ser más distintas las formas de correr de ambos; Merckx, como Bernard Hinault (aunque éste en menor medida), se distinguió por su ambición insaciable y sus ataques continuos, con independencia de que sus rivales desfallecieran o no. Es una táctica que últimamente trata de resucitar Alberto Contador, aunque éste, salvo en una etapa (la decisiva) de la última Vuelta a España, todavía no parece creer lo suficiente en el ataque demoledor desde larga distancia. Resumiendo, mis críticas a la actuación de los organismos de lucha contra el dopaje en el ciclismo no están motivados por lo que le suceda a Armstrong, sino por los propios desatinos y contradicciones en tal actuación.

Para empezar, no creo que sea justo que se condene a nadie por algo sucedido quince años atrás. Si en su día los organismos antidopaje no fueron capaces de detectar ninguna irregularidad en Armstrong (o en cualquier otro ciclista), no parece tener mucho sentido que revisen su dictamen de entonces basándose en que ahora disponen de medios más potentes y fiables de análisis. Es como si ahora, aprovechándonos de las nuevas técnicas de procesado digital de imágenes, desposeyéramos a Inglaterra de su título de campeona del mundo de fútbol de 1966 porque uno de sus goles no fue realmente tal (el balón, tras dar en el larguero, botó dentro del campo y no en el interior de la portería). Todos sospechamos que ese gol fue concedido equivocadamente, pero únicamente podemos demostrarlo fehacientemente ahora que tenemos una tecnología muy potente a nuestra disposición. Sin embargo, a nadie se le ocurre cambiar el resultado final de aquel campeonato. Aprendemos a asumir aquel error y seguimos hacia adelante. Por lo tanto, opino que no deben corregirse resultados de ciclismo una vez transcurrido el plazo necesario para llevar a cabo los análisis correspondientes a las últimas etapas de una prueba; pasado dicho plazo, los resultados han de considerarse inamovibles aunque ensayos posteriores demuestren que se violó la reglamentación.

En segundo lugar merece la pena tener en cuenta una consideración filosófica. Si cuando se celebró una prueba determinada no se pudo establecer que el ganador había recurrido al dopaje, ¿quién nos asegura que los restantes corredores no habían hecho lo mismo? En ese caso, ¿por qué censurar al campeón? Es un razonamiento que escuché a uno de los componentes del equipo de periodistas deportivos que dirige Paco González (actualmente en la cadena COPE) y con el que estoy totalmente de acuerdo. Todos corrían dopados (¿quién puede demostrar que no lo hacían?) con lo que la victoria del ganador es tan válida como si nadie se hubiera dopado. En términos más suaves, si se pretende ser muy riguroso en el control antidopaje, tanto que puede llegarse al extremo de desposeer de un título a alguien años después de su supuesta infracción, lo lógico no es, como pretenden los órganos rectores del ciclismo, otorgar la victoria al clasificado en segundo lugar, sino, en todo caso, dejar la prueba sin ganador, o, como mucho, hacer a los posibles beneficiarios del caso objeto de los mismos análisis posteriores a los que se sometió el ganador inicial. De hecho, corredores como Joseba Beloki o Jan Ullrich, a los que se otorgarían algunas de las victorias en el Tour de las que se desposeería a Armstrong, ya se han adelantado a declarar que no aceptarán esa victoria espuria que alguna agencia querría otorgarles. La situación llega a ser irónica en el caso de Ullrich, que ya fue penalizado por dopaje en otro proceso; ¿se daría una de las victorias de Armstrong a un corredor que ha reconocido públicamente que se dopaba en aquella época?

Evidentemente, el dopaje es una lacra, tanto por lo que adultera una competición, como por el riesgo al que somete la salud de quien se dopa. Por consiguiente, ha de ser perseguido. Pero la actuación antidopaje ha de estar guiada por el sentido común y no por los principios que rigieron la actuación de la Inquisición. Y la actuación antidopaje en ciclismo es completamente disparatada. Además de lo que acabo de señalar, podría apuntarse que resulta demencial prohibir a los ciclistas que tomen prácticamente cualquier medicamento mientras están en competición. Si se prohibe que los corredores tomen cualquier antibiótico u otro producto (por ejemplo, contra el resfriado o la tos) que los ciudadanos pueden adquirir sin receta en las farmacias con absoluta naturalidad, ¿quién está poniendo en riesgo la salud de los corredores? Por otro lado, no pretendo que se haga la vista gorda con el dopaje, pero lo de desposeer a un ganador de su victoria años después de conseguirla, no es algo que estimule precisamente el interés de los aficionados. Porque ¿para qué voy a interesarme en este Tour o esta Vuelta si a lo mejor cambian el ganador dentro de dos, tres o diez años?