miércoles, 15 de diciembre de 2010

Preguntas inquietantes

Es cierto que los controladores aéreos españoles se han ganado a pulso la tremenda antipatía que siente hacia ellos la mayoría de sus conciudadanos. Puede (sólo puede) que el gobierno hubiera hecho lo que debía declarando el estado de alarma para acabar con la desfeita que los susodichos organizaron en el puente de la Inmaculada Constitución. Pero ya es muy cuestionable que el gobierno intente prolongar la vigencia de ese estado (lo conseguirá con los votos en el Congreso de CiU y PNV) para, eso dice, prevenir una repetición de la jugada en las vacaciones de Navidad.

De hecho, parece como si Zapatero desconociese la Constitución o como si le gustase saltársela o al menos bordearla. Ya lo hizo, con la aquiescencia del PP, en el caso de la aprobación de la ley que impone a los maltratadores penas mayores que a las maltratadoras (podía haberse arreglado añadiendo la agravante de utilización de una fuerza física muy superior, con lo que se cubrirían numerosas situaciones hipotéticas); la ley introduce una discriminación explíicita, que está expresamente prohibida por la Constitución. Volvió a hacerlo simpatizando con los catalanes en sus reclamaciones sobre el Estatuto; de nuevo, tenemos una discriminación entre españoles por causa de su lugar de residencia. Y ahora la declaración del estado de alarma, que no se justifica, de acuerdo con los términos constitucionales, con la posible gravedad de los hechos que pretende impedir; a lo mejor yo no lo he entendido bien y en realidad se trata de algo parecido a la película Minority report, en la que te condenan antes de cometer el delito. En este caso, Zapatero ya sabe a ciencia cierta que los controladores están decididos a volver a armarla en navidades.

Todo esto bastaría para censurar a cualquier gobernante en cualquier país. Pero el asunto adquiere mayor gravedad si se tiene en cuenta que Zapatero es licenciado en Derecho y que, en el escaso tiempo en el que vivió en el mundo real antes de volcarse en la política, ejerció de profesor ayudante en ese mismo campo. ¿A ustedes no les plantea ninguna pregunta inquietante esta extraña relación entre la licenciatura en Derecho y el gusto por violar la ley suprema? A mí sí. Muchas.

Pero eso no es todo. Preguntados al respecto, la mayoría de los españoles manifiestan su conformidad con la declaración del estado de alarma partiendo de la premisa de que hay que dar "leña al controlador hasta que aprenda el catecismo". Y olvidan, olvidamos, que el estado de alarma supone la suspensión de determinados derechos democráticos. Con el estado de alarma declarado, el gobierno puede militarizar a los controladores, pero también puede hacerlo con cualquier colectivo que se cruce en su camino. Vamos, que usted, igual que yo, vive con una espada de Damocles sobre su cabeza, a expensas de que el gobierno decida incluirlo o no en su lista de indeseables. En otras palabras, el estado de alarma es una más de las muchas antesalas que conducen (no necesariamente, debo reconocerlo) a la dictadura. Y nosotros tan contentos. Así que no se extrañen si me pregunto por la posibilidad de que a los españoles nos gusten las dictaduras. A fin de cuentas, Franco fue uno de los escasísimos dictadores que murió en su cama y no derrocado por el pueblo.

sábado, 4 de diciembre de 2010

Maldad, pura maldad

Como ya dije en otras ocasiones, hay mucha gente que prefiere culpar a los grandes elementos (la banca, el complejo industrial-armamentístico y el imperialismo estadounidenses, la Iglesia Católica, los hipócritas suizos, los cabezas cuadradas alemanes, la Federación Española de Fútbol y los árbitros, etcétera) de todo lo que va mal. Yo no creo que todos esos entes sean seres angelicales y que se les acusa injustamente. Pero sostengo que los españoles deberíamos mirarnos un poco a nosotros mismos. Vean, si no, con qué entusiasmo nos entregamos a practicar los pecados capitales.

Coincidiendo con el puente de la Inmaculada Constitución, los controladores aéreos se han puesto en huelga salvaje para conservar unas prebendas que el gobierno pretendía recortar mínimamente. Pecado capital: avaricia, mucha avaricia.

Haciendo la compra en el supermercado esta mañana, constaté que dos señoras hablaban de los controladores descontrolados. Una de ellas lamentaba la situación solidarizándose con toda la gente a la que han chafado sus deseos de viajar o le han estropeado sus planes de minivacaciones. La otra replicó con furia:

-¡Pues yo no lo siento para nada! Se iban de vacaciones, ¿no? ¡Pues que se j... ! Yo tampoco puedo ir de vacaciones.

Pecado capital: todos. En grado máximo.

Los españoles somos malas personas que vivimos en un país maldito y soportamos una clase política infame. La banca, el complejo industrial-... etcétera, etcétera no son peores que nosotros. Como mucho, son iguales. Y es que resulta imposible exhibir un grado de maldad superior al que manifestó la buena señora.

jueves, 2 de diciembre de 2010

Todo lo que usted siempre quiso saber sobre...

... la crisis y no se atrevió a preguntar... o no lo entendió cuando se lo explicaron.

Tengo un amigo, AMO, culto, inteligente y con muchos conocimientos que ofrece una explicación a la crisis. Según él, el sistema capitalista es una mierda y está mal diseñado (el modelo es insostenible), y quienes lo mangonean son un partida de animales avariciosos completamente faltos de escrúpulos. Para AMO, la crisis no es más que el resultado inevitable de esta combinación de elementos nocivos, como también lo es que la paguen las clases más desfavorecidas (los poderosos no sólo no pierden, sino que incluso siguen ganando fortunas).

Comparto parte de su análisis y sus conclusiones, pero prefiero otra explicación, mucho más pedestre, como podrán comprobar si siguen leyendo hasta el final.

El primer y más importante culpable es la brutal ignorancia de un grupo de banqueros estadounidenses. Independientemente de cualquier otra consideración, carecen de los mínimos conocimientos elementales de economía y sociología para llevar a cabo correctamente su trabajo. En una equivocación de proporciones cósmicas, diseñaron unos productos bancarios que fueron conocidos más tarde como bonos basura o activos tóxicos. AMO está convencido de que lo hicieron por avaricia, por ser más inmensamente ricos de lo que ya lo eran. Probablemente es correcta su suposición. Pero eso no cuenta; no importan en absoluto sus motivaciones. El caso es que hicieron lo que hicieron por pura y solemne estupidez. Si tuvieran un mínimo de luces, jamás habrían jugado a aprendices de brujo con esos productos; las posibilidades de que los llevaran a un desastre absoluto eran muy gordas (eso no ocurrió por culpa de otro factor, que mencionaré más adelante). Quisieron hacer un puente para ganar más dinero y les salió un monolito vertical que no sirve para nada. Por pura, absoluta y estúpida ignorancia.

Hasta ahí el problema se podía haber quedado en Estados Unidos. Sí, habría repercusiones en otras partes, desde luego, pero aquéllas no serían ni la mitad de graves de lo que han resultado ser. La bola de nieve creció hasta donde lo hizo porque los banqueros europeos no quisieron ser menos estúpidos e ignorantes que sus colegas americanos. Compraron los productos envenenados y se quemaron. Cuando se dieron cuenta de lo que pasaba, ya era muy tarde. No sólo no crecía la economía (aunque algunos avispados siguieran haciéndose de oro), sino que los vientos del desastre arrasaban la ya existente.

El segundo factor decisivo fue la inconmovible estupidez de los políticos. Ciñámonos al caso español, que es el que nos interesa. Nuestros políticos no sólo no reaccionaron a tiempo cerrando bancos e incautándose de sus propiedades, sino que ayudaron a esas entidades a salir de la crisis. Los bancos recibieron ingentes fondos públicos (un premio a lo mal que lo habían hecho), que aquéllos utilizaron para cualquier cosa menos para ayudar a quienes la crisis había dejado más desprotegidos. Además, hicieron todo lo contrario de lo que recomienda cualquier manual elemental de economía: promovieron subvenciones a mansalva, aumentaron los impuestos a las clases menos pudientes (a los ricos, no), se lanzaron a obras públicas innecesarias... Nada de aumentar la presión fiscal a los más poderosos, de recortar los gastos de las autonomías, de perseguir a los defraudadores, de ayudar a las empresas pequeñas, de fomentar la creación de empresas innovadoras, de reducir la burocracia. En una demostración tras otra de estupidez supina, el gobierno no sólo no contuvo la crisis, sino que llevó a España al borde del abismo... del que pretende alejarnos congelando las pensiones o retrasando la edad de jubilación.

Finalmente, reconozcámoslo, el tercer factor somos nosotros, los propios ciudadanos (españoles, de nuevo). No admitimos nada que no sea el empleo fijo, esperamos que nos suban el sueldo todos los años, cogemos una baja laboral a la menor oportunidad, estamos encantados de prejubilarnos, disfrutamos de una enseñanza media patética (no vaya a ser que alguien estudie y luego tenga una idea), cambiamos de coche a la menor oportunidad, especulamos con la vivienda ("compro hoy por veinte millones de pesetas y vendo mañana por cuarenta"), jaleamos a los defraudadores y defraudamos nosotros mismos si creemos que no van a pillarnos, apoyamos a políticos y sindicatos impresentables... Conozco a un tipo de menos de treinta años, pequeño empresario con dinero, que utiliza la sanidad pública, circula por las carreteras españolas y lleva su hija a un colegio público que dice que lo de pagar impuestos es un robo. Y cuando le replicas que, si no pagas impuestos, no tienes esos servicios, te dice todo convencido que ya lo paga el estado dándole a la máquina de hacer billetes. Bien, ese chico es un poco ignorante, pero hay muchas personas que piensan como él.

Así que ya lo ven. Estamos donde estamos porque básicamente somos (banqueros, políticos y público en general) estúpidos e ignorantes. Aunque parezca mentira, nuestra estupidez y nuestra ignorancia superan a y son más perniciosas que la avaricia, la falta de ética, la insolidaridad y cualquier otro de los vicios a los que AMO recurre para explicar la crisis.